Se construyó con la finalidad de ser un hospital para dar refugio, sala de curas y operaciones quirúrgicas a los pobres transeúntes, en caso de necesitarlo también a los vecinos de la villa. Disponía de un médico cirujano, y el párroco era el encargado de llevar acabo la renta de la administración, de toda la edificación. En el libro de cuentas se recoge su utilidad, dando informe de la renta 755 reales y 14 maravedíes por año, estos pagos eran procedentes de censos que pagaban diferentes vecinos. En estas fechas se censan 16 pobres de solemnidad donde se incluyen 5 viudas.

Una vez se trataba a los enfermos y se reducían sus dolencias, se los devolvían a sus domicilios o se les facilitaba el traslado a sus respectivas poblaciones, si eran visitantes. Los libros de cuentas se inician con la obligatoriedad impuesta por el Concilio de Trento. Desaparece en 1820, siendo los últimos gastos que se anotan en el Libro de cuentas del Hospital, que actualmente se encuentra en la biblioteca de la Casa Parroquial, los tratamientos a los heridos durante la Guerra de la Independencia.

En cuanto a su construcción, destacamos en la planta baja, los dinteles de granito en ambas puertas, así como los bancos que ocupan casi toda la fachada. La primera y segunda planta sobresalen con un alerón de vigas de madera labradas. A la izquierda un pequeño balcón con reja de forja. En la fachada lateral, que vierte a la Plaza Diez de Mayo, también podemos apreciar dos balcones de características idénticas, además de varias ventanas enrejadas en forja y dinteles de granito.